el día que murió Riquelme.

Yo estaba vestido de novia, con una micro mini blanca, el chofer, estaba conmigo, esperándome a que estuviera lista para llevarme a la iglesia, pero no encontraba mis zapatos de Ricky Sarkani. El chofer, media como dos metros de altura y tenia un mameluco plateado, y me ayudó a buscarlos, cuando los hallamos, estaban deformes, en ese momento, yo tenia una remerita de jersey ajustada, y seguía con mi vestido de novia.-todo pasaba muy rápido- después me quite la remerita, porque pensé que debía ir toda de blanco, pero lo más raro, es que no podía saber quien era el novio, recuerdo que estaba triste porque no me iba a casar con quien yo quería. Un ruido en la cocina me hace mirar, y veo que atraviesa la pared mi madre, vestida de novia también, con un trofeo en la mano, se me hizo ridículo pero no dije nada y como tardamos mucho en buscar los zapatos se nos hizo tan tarde que al final no fui a la iglesia y no me casé, y nunca supe quien era con quien iba a casarme, pero me sentí feliz de no haberme casado, y pensé, que para la próxima, cuando me fuera a casar otra vez, no me compraría unos zapatos blancos nuevos, si no unas sandalias de tacón bajo y estilo romano, sandalias de gladiador, de color negro en piel y aplicaciones de strass.
Cuando estamos saliendo de la iglesia, aparece de nuevo mi mamá. Me mira y me dice, “vení, vamos a hacer un trabajo, necesitamos la supercopa”. Entramos por un túnel a un salón. Hay un montón de trofeos. Pero a nosotras, nos interesa solo uno. Yo voy y lo tomo, es pesado y las piernas se me arquean.
Cuando nos estamos yendo, con el trofeo al hombro, aparece Riquelme, nos mira, lo miramos, no nos dice nada, nosotras tampoco. La atmosfera es tensa. Pero él saca un arma, y yo también saco una pistola calibre treinta y dos largo que tenia en la mochila. Y empezamos a los tiros. Mi mamá queda en el medio de la balacera. Y se pone a gritar. Nos dice que basta, que paremos con esto, que es una locura.
Tiene razón.
Nos miramos con Román y tiramos las armas al suelo.
Con mamá tomamos a Riquelme una de cada brazo.
Y lo invitamos a tomar mate a casa.
Román dijo que nunca había conocido unas mujeres tan encantadoras como nosotras, y no tuvo ningún problema en venir a casa.
En casa, mamá lo acostó sobre la alfombra persa que adornaba el suelo del living, le bajo los pantalones cortos y le mordió el sexo, mientras yo me quitaba el vestido de novia y le frotaba el mío contra la cara. La piel blanca y el olor a vainilla de mamá le hicieron mover las orejas como un mogolico. Eyaculó hundiendo la cara entre las piernas de mamá, que le orinó en la boca, yo le mordía al mismo tiempo los testículos hasta hacerlo llorar de placer; Riquelme eyaculó por segunda vez, gimiendo, mientras mamá le arrancaba los pelos del pecho y yo le registraba los bolsillos, donde encontré
una foto antigua de él con una mujer joven, muy parecida a mi madre. Pero no era parecida, era ella. Esto solo significaba una cosa: Riquelme era mi padre.
Me puse como loca, a gritar. Se dieron cuenta que ya sabia la verdad.
Se acercaron y me abrazaron. Me calmé.
Los tres desnudos nos pusimos a llorar de alegría, por fin éramos una familia completa.
Luego nos subimos a las bicicletas, y nos lanzamos los tres, a pedalear por la vereda de la costanera, yo iba en el medio de los dos, mamá estaba tan blanca y radiante como la luna, recortada por el río tan grande que se parecía al mar.
Pedaleamos, con la cabeza en blanco.
Riéndonos de todo. Pensando en lo maravilloso que seria nuestra vida de ahora en adelante. Ahora que estábamos juntos otra vez.
Habíamos Pedaleado, sin darnos cuenta, casi una cuadra. Éramos felices, por primera vez en la vida.
A papá se le cruzó un perro adelante.
Y calló.
Quedó desparramado en el suelo. Mamá se tiró de la bici y quiso ayudarlo a levantarse, pero Riquelme no reaccionaba, desde los helicópteros bajó la hinchada. Lo levantaron, como a una feta de fiambrín. Después apareció una figura portentosa en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas. Apareció otra señal en el cielo: Un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y siete diademas en las cabezas. Con la cola barrió del cielo un tercio de las estrellas, arrojándolas a la tierra.
Un ángel se posó al lado del cuerpo de Riquelme. Su apariencia era humana, pero medía más de dos metros de altura, iba enfundada en un mono plateado y se desplazaba flotando en el aire. Su rostro, de pequeña nariz y ojos muy grandes, era anormalmente redondo. Arrojó un haz de luz azul y blanca sobre el cuerpo. Riquelme sonrió.

1 comentario:

  1. estás re loco. me gustó. el tiempo discursivo cambia constantemente.
    estás locooooooooooooooo.

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