viva ceferino

Marcelo Tinelli se apoyó contra la pared del estudio
hasta donde lo había arrastrado faraónicamente la tota Santillán
para que estuviera lejos de los zombis en la pista de hielo.
La cara le temblaba, aladinesca.
Le habían fracturado una pierna.
Tenía su traje de etiqueta negra todo deshilachado y sucio.
Las luces de los reflectores le bañaban el rostro.
Hacia calor.
Pero el temor, como un snorkel, volvía todas las sensaciones
tan estrechas e innecesarias
que en el aire se respiraba una persecuta heroica y delirante.
Moria Casan, con sus enormes tetas old Scholes explotadas
y su boca siliconada chorreándose,
yacía yerta boca abajo.
Marcelo miró hacia la pista.
Del trapecio colgaba Cris Morena,
de tan asustada
revoleaba de los pelos a un puto adolescente.
Dos bailarinas decapitadas contra el hielo.
Silvio Soldan tomando mate bajo el cartel de ideas del sur.
Todo estaba mal.
Estaba todo mal.
Los travestis zombis peronistas
entrarían en cualquier momento.
Marcelo Hugo
se volvió para mirar
a la tota.

_todo esto es culpa mía.
Nunca tendría que haberle inyectado esa sustancia
a Florencia de la v, fui un idiota,
tendría que haberme dado cuenta
que los genes de perón mezclados con burundanga
la volvían invencible y fascista.
No sé por que no le hice caso al diego,
no sé por que,
fui un idiota,
yo la quería volver más popular,
pero esto se me fue de las manos.

La tota peleaba, titánico, contra dos travestis,
a uno le brillaban la v y la p en su rodete a lo evita, al otro no,
apenas una sonrisa
que lo alejaba unos centímetros de lo vulgar.

Y aunque Santillán tenía su fe,
como todo idiota,
los zombis peronistas lo estaban venciendo con su arma más letal,
piquete de ojos con dedos de perón.

_creíamos que éramos dios.
Creíamos que éramos dios.

Marcelo Hugo dio vuelta la cabeza,
maldiciendo en silencio.

Pero allá estaba el salvador,
flotando entre la tota y los travas,
Ceferino Namuncura,
tirando rayos por los ojos,
destruyendo travestis zombis peronistas
a diestra y siniestra.

Ahora la historia es otra,
se dijo Tinelli, ahora la historia es otra,
se cambiaron los papeles
y cerró los ojos y se levanto.
Con dos brazos de bailarinas que andaban sueltos por ahí, y una soga de mandarinas, se construyo un chaco en dos horas y salio a la guerra.

Ceferino lo miró un segundo desde el aire,
luego siguió con la causa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario