UNA TORMENTA DE CORNALITOS

Me siento en la escollera a mirar a los cornalitos. Me encantan las caritas que ponen cuando saltan entre las olas. Se los ve felices. Ojalá yo pudiera ser tan feliz como ellos. Pienso en Brian. Brian odiaba a los cornalitos desde el día que se rompió la cerradura en el telo, y nos quedamos cuarenta y tres horas encerrados en la habitación egipcia. Lo único que teníamos era una crema Pons y una bolsa llena de cornalitos fritos, que había traido de la fiesta de quince de mi hermana. Desde ese día Brian odió los cornalitos, y yo tuve la piel mucho más suave. Lo extraño. Brian tenía un corazón especial, diferente a los demás. Tenía las arterias tapadas y murió de un paro cardiaco hace dos años. Es increíble, pero cuando veo la carita sonriente de los cornalitos pienso en Brian, tengo la seguridad de que a pesar de todo nada puede separarnos.

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