TARÁNTULAS

Las tarántulas.

Y tarde aprendí, en el trastorno desrizador, pintándome la cara y la respiración desasida, próxima, de la mano que acaricia el rizo, casi de almohada, gozando al perderse en los honduelos, cuando mi cuerpo se vio desde los barrotes hacia dentro, yo comencé por acariciarlo, también, acaso, el trastorno era el mío, y en las alas que aplastan en el hambre las plumas: era el camino entre los huesos y la jaula, intenté ensayar pasos de siesta, y empezó a revolotear, dentro de ella: toda la jaula la sitiaba y a mi lado la carne, la única que puede ser aislada del los huesos, moviendo las alas en la metálica prisión de mis manos, como si no importara la situación, esperando el abrazo, que a demás, lo aplanara, liso, sin saber condenar el placer en el momento que lo deseado se concreta, coquetamente que pasa de lado a lado fotocopiándose, en Scott, que iba a empezar , ahora a ponerme bata, imaginé, nuda, en que resuellos del pasado ella la abra visto como lo único real entre ella y yo. Y hombro con hombro, todo eso va al derecho perdido en la jaula, y en estos momentos, ella dentro de mí, sueña que exacta, cabe la jaula en mi, aunque yo tienda a imaginarla libre, la jaula de ella, no es a la mía.