1998
Y que enredado por las sabanas como jeringas la criatura que se me iba amoldando en el aliento se me venían encima los glasé en el llanto, las mañanas cuando veíamos flotar tus medias sobre el río, se iban a largo y a lo ancho sin colegio las últimamente demasiado juntas demasiado lejos pero que igual de las dos formas dejaban de ser noches y que dejan las victimas de la espera y que son en la espera se siente como si en toda sospecha hubiera algo de cierto que se deja de lado para seguir en el terror. Y que escuchamos los tres en los sillones boca abajo la vos de las palmas del tío en la boca cruzar la reja y un olor a cigarrillo cruzo el patio y con el en las piedras que sus zapatos blancos dejaban de patear en cuanto se aproximaba a la otra que se venia al salto acomodándose el flequillo los mocasines sin talones y se le trepaba al techo para asustarlo y dos que nos quedábamos asustados y riéndonos borrachos por el humo en parálisis y paralizados y olor de años de cruzar el jardín para llegar al baldío una casa que no estaba por que si hubiera estado esa noche y vos en esa casa que se impuso varios años ante nuestra vista del baldío yo pienso que si la hubiera visto la hubiera bordeado y podría haber pensado mirando las estrellas como un perro puado en sus dos patas me venia al encuentro un galgo al mejor postor. En una mano saltando las barricadas que sutil y que traía una mandarina que se perdió después de la púas en las heridas del jen los nudillos empastados y el de camisa blanca esperándome a la par de la oscuridad del árbol me venia viendo con las codos al aire que desmayado caía entre la hiedra mis pantalones azules que permanecían erguidos por las casualidades con la boca en la linterna, del que siembra y deja su rostro reflejado en los ojos de las fieras que abusan del silencio del fantoche que los cela y el de camisa blanca zapato flotando sobre las ramas lo vi, porque sabia que me esperaba a mi por que se me besaban las siluetas de las piernas contra el frío pero del miedo de no llegar al delito yo me lo sabia que unas carne tirantes como sujetadas a dos ramas de palo borracho que entre tanto arrastre y arrastre de carne lo sentí en la nuca, en las rodillas que se pegaron a la tierra y su mano sujetando lo barro de la baba contra el cráneo que parecía, se me abría el calzoncillo a tirones de heridas y el de Blanco manos fuerte y curtidas en el pelambre con la nuca en los mordiscos, las rodillas en las pantorrillas. Algo de dolor y de hervidse en la cola en la ralla y el dolor que entraba y que salía pero que siempre en la ausencia y en la presencia yo respiraba el dolor de lo que faltaba y sobraba, cuando era ausente el gemido de temor que guarda siempre un amor errado, condicional y la panza hinchada a los tres meses se devenía humo y el doctor que pide una análisis y la operación como si se estuviera pariendo vacas como luces y un padre nuestro desde las tripas al que nace muerto y se amolda de azulejos al cordón, al manubrio de las almohadas.
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No tenés idea de lo que es ser golpeado en la cabeza, una y otra vez, por la Rata Homero y sus horribles uñas color tierra de alcarantilla.
ResponderEliminarNo tenés idea lo que es estudiar, estar seguro de la taxonomía de cada raza de rata, su nombre Sientífico, su alimentación y capacidad en el laberinto, y que venga una rata gigante y te pida quesito, y te robe el bastón.
Todos son más negros que yo.
¿Talentosos? Muy pocos. Solo Natalia Oreiro y Obi-Wan kenobi.
Gracias, cholo siano.
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