Toda la basura de mi familia desparramada en la vereda.

Estoy más aburrido que niño invalido en verano. Aprovechando el último sentido del sol en el día, los africanos que venden briyuterí en la playa, se apoyan contra el paredón blanco del almacén. Desde lejos, parecen un código de barra. Uno de los sudafricanos tiene la cara como un Ferrero Roché. Me tiro en la cama a mirar televisión, están pasando la boda de Florencia de la V. Se casa de blanco, como toda mujer. Al momento de tirar el ramo, todas las mujeres se enlistan detrás de la novia. Lo atrapan Anamá Ferreira, una amiga de Florencia y María Fernanda Callejón. Polino en otro canal, dijo “ que Anamá decidió dárselo a la amiga de la novia y Callejón (recién separada) apoyándole el filo de una navaja en las costillas le dijo: “Vos estás casada y tenés dos hijos, dámelo a mí que la vengo remando hace rato”, y así se quedó con el preciado ramo. Frente a la torta de bodas, ambos se dedicaron unas palabras. “Es una celebración del amor. Vivimos una historia increíble, llena de travas”, dijeron con un micrófono inalámbrico. En el momento de cortar la torta, de adentro salió el perro de Moria Casán y se puso a bailar la lambada sobre el merengue. Fue un plato, una fiesta redonda. Afuera se escuchan los perros de fondo. Me levanto, miro por la ventana y veo toda la basura de mi familia desparramada en la vereda. Sachet, toallitas, Yerba, diarios, una caja de cindor, colillas de cigarrillos, una revista de ofertas de disco.

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