Y ahora que después de estar parados caminamos por la vecindad del chavo y encontramos al pecoso harapiento, agazapado y contraído débil flojo y quebradizo, temblando dentro del barril la cara hundida con los pómulos en las rodillas. El problema al parecer, nos dijo, que fue violado por tres drogones. Que lo agarraron en la entrada de la vecindad. Que venían de pegar fasito en lo de don ramón. Que les quiso pedir una puntita. Que los chabones no entendieron y le dieron de patadas y le dieron de puñetes y un ladrillazo. Lo subieron a un carro. Y se lo llevaron a un departamento en el centro. Y fue abusado por los tres niños ricos y una y otra vez y otra y otra vez y otra vez hasta que se cansaron y se durmieron y él, escapar, pudo escapar. Y nos pidió que no le contemos a nadie mientras comía una torta de jamón que le regaló Roberto. Luego, los tres. Abrazados. Hablando de la inseguridad cruzamos el arco que releva la calle de la vecindad. Le pedí el gorro. Se nego.

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